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El sireno al revés

 

Por Julio Meza Díaz

 

          

 

A Favio

 

                   Sigue cavando, carajo, que es bueno ser niño, pero jugar todo el día no da plata. Y no me pongas esa cara, soy tu padre, sé lo que te digo, no te detengas, ¡no te detengas! Le he dado su propina al panteonero, con él no hay problema,aunque me avisó que la policía a veces llega, así que apura, ¡más rápido! La tierra ponla al lado del árbol quemado, las piedras sobre la lápida. Aprende: el orden es lo principal en un trabajo, y también el cálculo. Siempre hay que pensar: cuánto invierto, qué pierdo, qué gano. ¿Cómo dices? ¿Y yo qué hago? Pues a alguien le toca supervisar y dirigir, y ese puesto es para los mayores, por algo somos grandes y fuertes. Y no te quejes, aquí no sirve de nada llorar, no está tu mamá, a ella tampoco le gusta que llores, sórbete los mocos, muy bien. Hoy me siento amable, te contaré por qué hacemos esto, eso sí, cállate, no me gusta que me interrumpas. Toma, te dije que te calles. ¡Toma! Exacto, aprendes rápido,si no haces las cosas en silencio, te cae. Y no olvides el orden, porque así se trabaja más y mejor; aquí la tierra, allá las piedras.

 

Sucedió antes de ayer, o tras antes de ayer, no me acuerdo bien.¿Ves?, esto me pasa porque me contagias tu desorden. ¡Sigue cavando! Recuerda a la policía. ¡Esos no se vienen con bromas! Fue la vez que salí a pescar muy temprano, había hecho mis cálculos, el plan no tenía fallas, si le ganaba a los demás, encontraría un banco de peces, lo aprovecharía solo. Pero hubo un problema, en el apuro olvidé la brújula, luego esforcé demasiado el motor. Llegué a un lugar donde la neblina era verdosa, no veía casi nada, seguía cerca de la costa,aunque la zona era extraña, olía a petróleo como siempre, lo nuevo era el tufo a azufre. Igual mantuve el ánimo, lancé la red y recogí plásticos. De pronto la lluvia cayó con furia, la mar se puso brava.¿Cómo?, ¿que allí debí quedarme? ¡Toma! No se le desea la muerte a los mayores, mucho menos a tu padre, más respeto, carajo, que además soy tu jefe. ¡Calla, cava y escucha!

 

El motor estaba quemado, cogí los remos, quería salvarme, remé y remé y ¡plop! Uno de los remos se trabó contra algo. ¿Un arrecife? No. Exploré con el remo, era un cuerpo, estaba vivo. ¿Una foca? Tal vez, tenía forma de animal. ¿Un tiburón? No, hijo mío, era algo que al principio me hizo temblar, horrorizar, incluso te recordé por un segundo, con amor por supuesto, porque soy tu padre y me preocupo por tu futuro, ¿qué sería de ti sin mí? Solo te dedicarías a jugar, a pasarla bien, y permitírtelo no sería amor de mi parte; por eso hazme caso, la tierra va aquí y las piedras allá.

 

¿Qué era entonces lo que había encontrado? Salió a la superficie, se trataba de un sireno, aunque al revés, de la mitad de su cuerpo para arriba era pescado; de la otra parte para abajo, humano. Saltó y cayó a mi lado,se agitó un poco, finalmente se tendió y empezó como a dormitar. Mi corazón latía con fuerza, todavía ahora me duele el pecho, intenté respirar suavemente para calmarme. Observé su piel, era de escamas grandes, olorosas. Bajé la mirada, sus piernas eran peludas, su sexo se erguía entre algas enredadas en los pendejos. Sorprendente, ¿no? Sí, lo sé, pero no te detengas. ¡Sigue cavando, carajo!

 

Acaricié sus piernas, lentamente le desenredé las algas, me miró con sus ojitos fijos, batió sus branquias, lo besé y en seguida nos conocimos, disfrutamos, fueron como ligeros golpes de agua en el agua, con una candencia así, choco… plosh, choco… plosh, choco… plosh, y llegó lo intenso, un severo y agradable ¡choplosh!... Y respirar profundo, tenderse boca arriba, ver el cielo, había despejado, el sol estaba calentito, riquísimo. Pestañeé y vi que el sireno también gozaba, grande era su relajo, sus escamas brillaban rejuvenecidas.

 

¡Silencio!, de mí no te vas a reír, no soy homosexual, ¡no soy! Me baso en una idea científica, certificada por estudiosos alemanes, solo luego de siete veces de tener sexo con un hombre uno se convierte en homosexual. Y yo voy cinco y medio, porque lo del sireno cuenta por una mitad. ¿Ves?, siempre hay que calcular, además en el mar todo vale, focas, delfines, tortugas. Ya me entenderás, ¿o acaso crees que no serás pescador? ¡Toma! Por si se te ocurre la rebeldía contra el destino. ¡Y no pares! Esos policías son peligrosos, la tierra aquí y las piedras allá, muy bien.

 

Luego del sexo el estómago me crujió, me atacó un hambre furiosa, busqué entre las pocas cosas que llevaba en mi morral, tenía un kilo de limones y un cuchillo. Observé al sireno, hice mi cálculo, ya me había aprovechado de su mitad humana, ahora tocaba saciarme de su otra mitad, la de exquisito atún. Procedí, yo sabía que los peces no hablaban, pero parece que los sirenos sí lo hacen, me contempló con sus ojitos fijos, se pusieron lacrimosos, luego creo que usó la telepatía, sentí una voz dentro de mi cabeza, me decía: “¿Por qué lo haces? Te amo…”. Lo observé con frialdad, escupí y le dije: “¡Calla, perra!”.

 

¡Pero claro! Su carne era suavecita, me serví a mi gusto, quedé tan satisfecho que tomé una siesta. Cuando desperté era de tarde, las gaviotas terminaban de picotear los restos del atún. Las espanté, quedó solo la mitad humana del sireno, en ese momento recordé a los estudiantes de medicina, de esa universidad que queda cerca a la casa, sobre un restaurante de comida rápida, una vez me preguntaron si tenía un muerto o a alguien medio muerto, compran cuerpos para estudiarlos. Hice mis cálculos, me percaté que si completaba el pedazo humano del sireno me pagarían mejor, por eso nos encontramos acá, estás cavando la tumba de un lisiado, le pondremos las piernas del sireno y lo venderemos. ¿Qué dices? Sí, sobra una parte, la zona en donde se enredaban las algas. ¿Qué haré con eso? Qué te importa, carajo. Es mi vida privada. Chismoso, ¡toma! ¡Y sigue cavando! La tierra en el árbol quemado, las piedras sobre la lápida. ¡Rápido! ¡Ya llegan los policías!

 

Muy bien, llegaste al ataúd, ábrelo con cuidado, no estropees la mercadería. Carajo, ¿qué pasó? Maldita sea, el panteonero se equivocó o nos engañó, ese cadáver no es de un tullido, está completo. ¿Y por qué lo sacas?, ¿después me explicas?, ya, pero corre, ¡corre!, que llegaron los policías. Míralos, traen cadáveres, abren varias tumbas, los meten allí, los cubren, se van…

 

Exacto, ¡qué buenas ideas!, ¡calculas correctamente! Si ya nos hemos esforzado por sacar a este muerto, hay que aprovecharlo y ofrecerlo. Y si los médicos no quieren lo que queda del sireno, se puede embalsamar y vender como maniquí…¡a una tienda de pantalones, por ejemplo! Pero aguarda, y la zona de las algas, ¿me la podré quedar? ¡Claro! Para eso necesitaremos unas tijeras finas y otras cositas. Estás aprendiendo, hijo mío, por algo eres mi hijo, y nunca lo olvides: con orden y cálculo se consigue todo…

 

 

 

 

Julio Meza Díaz (Lima, 1981). Estudió Derecho en la PUCP. Ha publicado Tres giros mortales (cuentos, 2007), Solo un punto (novela, 2010; Cinosargo, 2014). Lugares comunes (poemario, 2011) y Matemáticas sentimental (poemario, 2011). Por este último recibió el premio Universidad Cayetano Heredia. Ha publicado también El amor sabe a sábila (novela gráfica breve, 2010). Ha sido finalista del Certamen de poesía laEditorial 2013 con su poemario inédito, No me gusta el fútbol. Prepara un libro de cuentos que titulará Como un mono.

 

 

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