Selección de poemas de
Carlos Ortiz Moyano
De Memoría y Vértigo
VÉRTIGO
El vértigo es un franco tirador que me vigila desde las terrazas
que mide mi itinerario, pero espera a que esté más debilitado para proceder
hacede mis nervios una costra acogiendo al sol
que quema y duele como duelen los quemados solo al verlos.
Porque la sensibilidad extrema es para los buenos que no cabemos en el erizo de la tierra
porque la memoria es una distancia que constantemente va cosechando sus muertos y sus
peldaños para bajar al nunca, nunca más.
(Esperé el estertor de la vida. A un terreno baldío bajaron lágrimas del cielo, mastiqué la felicidad cuando un alacrán encendía sus dientes rojizos).
Me curé del amor bajo un techo
me curé del hambre en una mujer desolada
y desahuciados escuchamos soundtracks de películas que nadie ve.
Como ignorantes y austeros fuimos devorados por caballos (y sentimos el galope en lo más hondo de una luna en oriente)
Dentro de ellos, hombres y mujeres coronaron nuestro cuerpo que era ya uno solo.
Hermafrodita fue el amor cuando nos tuvimos en una sola especie (mar y tierra comprimiéndose)
Fui vértigo,
Vértigo y carne más carne sobre el vértigo.
Caracol dejando semillas en el pueblo inventado
Sobre los padres,
iniciando ceremonias para los antiguos caminantes y para las viejas procesiones.
Babas de fuego, de diablo, de eros caído y enterrado.
EL ÚNICO DÍA QUE CONOZCO
Estuve en un lugar en el que se desmoronaban los días, estancia donde los cataclismos eran canciones y espejos sobre los que se desbordaban partituras, pero la música estaba lejos. Fui corriendo hacia el tiempo y nunca supe descifrarlo ni entenderlo. Fui fiel en los cementerios en los que ya todos callados no me han defraudado, camposanto del retorno. Los días largos me franquearon su sangre que era la sangre de todos. La escritura se derrama en el resto de alguien, en el desgarramiento compartido como se comparte un fragmento de aire o un fragmento de voz partido en la garganta de un amigo al que se extraña, que cruza la calle y piensa que las avenidas llegan al vientre. La felicidad me pertenece cuando me olvido del color de mi nacimiento, cuando me invento mi propio nombre y lo deposito en amplias casas para que perduren mis despojos. Mañana es el único día que conozco.
LA ESPERA “GIOVANNI DROGO1 ESCRIBE UN POEMA”
Porque la paciencia hará que la sabiduría riegue sus ramajes devenidos en túnel y en terrenos de amplitud secreta. Vestiré un traje para entrar en el pabellón de los fusilados, respiraré el fondo de los caminos que me alegraron, sabré así que, sólo en el momento de la muerte se hacen reales los sonidos que ya nunca más escuché del vientre. La tierra será honda y los peces habrán huido del mar. Seré junto a ellos la asfixia y el mercurio del que se componen las fortalezas. La paciencia tiene arterias minerales, mis ojos la quietud del mundo. Un hombre llora y está solo, ahora un hombre muerde sus labios y deja de llorar. Comprende la espera infinita, el dominio de los nervios de Ulises, la tesura de no fallarse, de no adherirse a lo que mastica y duele.
EL CONTINENTE IMPREVISTO (35 años de un viajero aéreo e imaginario)
Viajarás mañana
y en ese destartalado pecho que funge como vieja máquina de vapor
se incrustaran los santuarios de ciudades agónicas
las maderas de casas decayendo.
Llorarás en una quebrada sabiendo que sobre su piel de tiempos inmemoriales
habrá caído el turno de la lama, del cronos indolente, al que se le ha escapado el cielo
en carreras fútiles y exactas.
Y todo será medido, a disposición de las rutinas, de los itinerarios, de las escalas, de los vuelos que sin “zaleplas” “zetix” “neuril” no tendrían el vuelco artificial como para retornar a un antiguo nacimiento, a esa playa de charcos profundos de los que rescataste pedazos de cuellos, de costillas, de saliva congelada como el amor congelado.
Y perderás la cámara en el transcurso de las estaciones, sólo la imagen que trastoca el espacio que pende entre la avenida más grande y el viajero más solo.
Recordarás como se te fue la vida al imaginar como Kafka y Milena se encontraban en el cruce de los trenes, y siempre los trenes que aúllan y que duelen, que devastan inmensas montañas retrocediendo al infierno, a los tres mil metros bajo tierra, donde belcebú hará que tu pie aéreo disfrute de los manjares de la llama, del amplio cañón del fuego, y sabrás que él también llora porque le han escrito a buzones sin tiempo, porque el mal también llora, porque está compuesto de un corazón que sangra aire.
Ascenderás a la ciudad más alta y querrás ser ala entera, completa, ser gacela, dejar de ser carne, para entrar veloz en la luz de una calle donde se refleja el continente imprevisto.
Continentes, océanos, animales muertos de pena y cucarachas grandilocuentes en los hoteles de paso, donde tímpanos serán las paredes, donde tímpanos serán las baldosas, donde tímpanos serán las ventanas abiertas, donde aún no habrá instante para expirar, aún no, aún no.
Te preguntarás, qué piensa de ti el verano, y el páramo violento
Te preguntarás si todos vamos por el mismo río
Y ella te esperará vestida de azafata, de mesera, de “guardiana” de bahía, de mercader, de coleccionista de piedras aéreas en un circo ruso, como el que una vez viste en esa explanada donde es ahora el asiento de un edificio gris tan gris. Y ella: y ella, será lo intangible o lacrimoso, el techo eterno de “estrellas vírgenes” mientras suena un adagio.
¿Qué será de ese día? Lo contemplas, desde allí, cuando es un guayacán floreciendo tu cerebro y empieza a palidecer.
Y no hay pasado, ni futuro
Sólo quien de tu cuerpo sale, cambia, se hace tan lejano como víspera.
Y sé que estás en otro lugar y que por eso escribes para encontrarte
dilucidar que posees más de lo que añoras,
un artilugio mineral,
un venado ciego corriendo en pos del bosque y de llanos imposibles.
30/01/1979
Quién sabe
y este libro también haya muerto…
Julio/2014
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1 Personaje del Desierto de los Tártaros de DinoBuzatti.